Érase una vez una hermosa y soñadora princesita que vivía en un gran castillo lleno de secretos junto a su padre, que tanto la amaba.

No había de sospechar la dulce e inocente princesita que sesenta años después se convertiría en una vieja horrible que la amargaba la vida a su yerno en la comida de los domingos.

Un buen día -bueno, de verdad- la princesa murió de peste tras agonizar una semana entre alaridos de dolor causados por supurantes y dolorosos bubones.

FIN

Así se contaban los cuentos en mi casa.